martes, 23 de noviembre de 2010

¡¿Tienes un blog?! Serás friki...

** Aviso a navegantes: post-caricatura escrito desde la ironía, riéndome de las situaciones y de mí mismo, nunca de los demás. Que nadie se dé por aludido, y sí por divertido. Si alguien, al leer este post, piensa que voy de sobrado, es que mal me conoce y que no ha llegado hasta el final del mismo... Y antes del post, va mi más sincero agradecimiento a los que me leéis o habéis intentado hacerlo alguna vez. Por aguantarlo y, a veces, hasta comentarlo. **

Una de tantas noches, en un bar cualquiera, con una persona cualquiera (mira que me jode no poder escribir "una noche especial, "nuestro" bar, con "la" persona... pero bueno, todo llegará). Conversación de relleno (de gomaespuma, que no de plumón), de asentar el terreno para intentar pasar a temas mayores y paños menores.

Es curioso, pero fluyen dos conversaciones: la explícita, la de sonrisa Signal; y la implícita, mi diálogo interior. Puestos en escena, éste es un ejemplo de triálogo entre (1) ella, o "la bella"; (2) el Pablo social, superego o "el príncipe"; (3) mi diálogo interior, el ello o "la bestia").

- La bella: "Ya lo decía Einstein, que todo es relativo".
- El príncipe: "Ayer hablé de eso en mi blog. Te gustaría entrar, porque muestro un punto de vista diferente al respecto" (tono informativo).
- La bestia: "Alma de cántaro. No digas barbaridades. No seas bruta. No me seas sacrílega. Los musulmanes no pueden escribir el nombre de Dios. Tú no puedes mencionar a Einstein. Quizás todo sea relativo, pero al menos hay una cosa absoluta: no tienes ni idea de lo que estás hablando".

- La bella: "Ostrás, ¿tienes un "bloc"?
- El príncipe: "No se dice bloc, se dice blog. Viene de weblog" (tono tierno y pedagógico)
- La bella: "Bueno, es lo mismo".
- La bestia: "Mal vamos. Me ahorro el ejemplo barato. ¿Qué prefieres? ¿Que te diga que eres pura y casta? ¿O que eres puta y basta? Mira la gracia que tiene cambiar unas letritas".

- La bella: "Eres un friki"
- El príncipe: "Bueno, friki, no. Simplemente, me relaja tener la oportunidad de pensar con los dedos de vez en cuando" (ojillos vivarachos y sorprendidos ante un comentario que, simulo, no me han hecho nunca).
- La bestia: "ya estamos con lo del friki. Friki lo serás tú. Friki, porque eres capaz de hablar cinco minutos de un vestido, su hechura, su tela, sus colores, la longitud del dobladillo y hasta su caída (más que hablar de cómo cae, a mí me gustaría ver cómo se desabrocha y sentir cómo se rasga). Friki, porque puedes distinguir más colores que la pantalla de mi ordenador (además de distinguirlos, los nombras con un criterio incomprensible). Friki, porque te sabes la disponibilidad de tallas de todas las prendas del Zara, ordenadas por colores. Friki, porque conoces el peso al nacer de la tercera criatura de noséqué aprendiz de actriz que acaba de tener su tercer hijo (fíjate, que de buena gana le haría yo uno, pero resulta que hay un tipo que ya me ha colao un hat-trick). Así que monina, friki, tú".

- La bella: "¿Y qué cuentas?"
- El príncipe: "No sé, de lo que me viene a la cabeza, no tengo línea editorial definida" (mirada interesante, desenfocada hacia el ángulo superior derecho, mientras finjo elaborar una frase que he dicho cien veces)
- La bestia: "En mi blog no cuento nada, reflexiono. No cuento, analizo y sintetizo; no cuento, comprendo. Aunque te parezca insospechado, hay niveles más profundos e interesantes que esta charla insulsa que estamos manteniendo. Si quieres que te cuenten algo, búscate el vídeo de los tres cerditos de la rana Gustavo, pero no visites mi blog. Pero bueno, ahora sí que me están entrando ganas de contar algo: esta conversación. Seguro que, por sí misma, y sin necesidad de profundizar, despierta alguna reflexión; tranquila, no diré tu nombre".

- La bella: "¿y de dónde sacas tiempo para escribir? Yo es que no tengo tiempo para nada"
- El príncipe: "por la noche, me relaja sentarme un rato delante del ordenador y escribir unas líneas" (sonrisa orgullosa del que se sabe juzgado como eficiente y capaz, tras haber sido tachado de desastre durante tres décadas de su vida).
- La bestia: "¡¿Que no tienes tiempo para nada?! Pues chica, apuesto que te has tirado unas cuantas tardes de tiendas y escaparates para conseguir ese look de putón tan depurado que me llevas. Eso, sin hablar del tiempo gastado en peluquerías y manicuras (porque no te engañes, no es tiempo invertido, es tiempo gastado... inversión es cuando el esfuerzo adicional se traduce en un rendimiento adicional, y resulta que a mí me da lo mismo que tengas padrastros en el pulgar. Es más, estoy empezando a pensar si soy yo el que estoy invirtiendo o gastando el tiempo contigo). Apuesto a que a tu edad, y con el estropajo epidérmico que tienes, seguro que llevas cientos de horas con pepinillos por la cara, miles de euros en cremas placebo e infinitas conversaciones sobre las virtudes del agua de arroz para dejar una piel tersa. En definitiva, apuesto a quien realmente le sobra el tiempo es a ti; y te dedicas a rellenarlo; en cambio, mi tiempo está repletito y turgente".

- La bella: "¿y se puede visitar?"
- El príncipe: "Claro, estaría encantado. Incluso puedes dejar comentarios a los posts" (gesto alocadamente comercial, similar a la de un relaciones de discoteca).
- La bestia: "Sí, tú visita, visita... si consigues leerte un post enterito, te regalo una chochona. Eso sí, luego no me vengas con que un post es largo. En este caso, la longitud sí que es relativa. A lo mejor es que tú eres corta, independientemente de la longitud de mi post".

- La bella: "¿y cuál es la dirección?"
- El príncipe: "pablobarry (como mi nombre, pero con ye al final), dot, blogspot, dot, com" (entonación didáctica y pausada, como si le contase el cuento de caperucita).
- La bestia: "Esta no consigue entrar al blog ni de coña. Ni con esa carita de enterada que me ha puesto. Porque pondrá blocspot, en lugar de blogspot. Porque no sabe lo que es el dot. Porque, al igual que mi mente no tiene cajones para las tallas de ropa, la suya tampoco los tiene para Internet."

Unas semanas después coincido con ella en la fiesta de una amiga:
- La bella: Leí tu blog. Y he de decirte que no estoy de acuerdo con tu necesidad de principios morales, creo que la vida se puede sustentar desde principios éticos, ya que bla, bla, bla... (a partir de este punto puede continuar cualquier vapuleo intuitivo-intelectual de los que haya recibido últimamente. De esos que, afortunadamente, derriban prejuicios y despiertan curiosidades).
- El príncipe: "Si quieres, mañana lo discutimos tomando una cerveza" (previsiblemente sorprendido y descolocado ante estos comentarios)
- La bestia: Siento deciros que en esta parte, el triálogo pasa a diálogo, y la bestia no participa. Porque, aleccionado, la bajé a los sótanos de la conciencia hace ya bastante tiempo. Porque todos deberíamos encerrarla allí una buena temporada. Porque no hay mayor maravilla que descubrir el tesoro que los demás guardan dentro. Tesoros de los que estamos interiormente orgullosos pero exteriormente avergonzados. Porque, creyéndonos libres, aceptamos vivir condicionados por unos prejuicios que nos esclavizan.

Te propongo una cosa, hazte un regalo: asume el reto de descubrir tres cosas sorprendentes de las personas a las que te presenten de aquí a final de año, en cualquier situación (en la cena de Navidad, en una casa rural el puente de diciembre...). Es una experiencia maravillosa: te ayudará a debilitar tus prejuicios y esquemas mentales que, en la mayoría de las ocasiones, te restan en lugar de sumarte, tanto a ti como a los que te rodean. Porque, aunque tengas tu forma de ver el mundo, hay un mundo de formas de verlo. Ni mejores, ni peores. Interesantes y sorprendentes.

Me gustaría poder contaros el final del cuento de mi bella y mi bestia. Todavía no ha llegado el momento, pero al menos ya estoy haciendo el casting. Me senté unos cuantos años a la vera del camino y exploré por senderos escondidos. Lo he vuelto a retomar, gracias a algUNAs personas especiales. Me sé retrasado unas cuantas etapas; sin embargo, ahora hago la ruta sin prisa, disfrutando de cada jornada del viaje. Concediendo el mismo peso al camino que al destino, como los auténticos viajeros.


lunes, 15 de noviembre de 2010

Einstein no sabía marketing

**Aviso a navegantes: post largo; introducción científica, quizás algo pesada, necesaria para la elaboración argumental; conclusión filosófica. En su conjunto, puede resultar bien un pestiño insoportable (quizás para la mayoría), bien un "food for thought" interesante. Pero qué narices, es mi blog y quiero darme el gustazo de escribirlo.**

Que no. Que no lo acepto. Que no me la van a colar. Que jamás aceptaré eso del "todo es relativo" que oigo tan a menudo; esa maldita frasecilla que obliga a aceptar como válida cualquier corriente de pensamiento; y para llegar a dudar del carácter moral de cualquier acción. Y como justificación omnipotente, la gente va y dice "si ya lo decía Einstein". Pues siento decirles, señores, que Einstein vino a decir todo lo contrario.

Einstein fue una bestia, quizá el segundo mayor científico de la historia (detrás de Newton, sin duda) y el último gran físico puramente intelectual. Pero, a juzgar por los resultados, no sabía de marketing. Y es que la teoría de la relatividad debería haber tenido el nombre opuesto: la "teoría del absoluto". Y me explico.

La teoría de la relatividad, en su origen, no es más que una justificación contraintuitiva (casi absurda) a una realidad igual de contraintuitiva. Desde años antes de su enunciado, los físicos andaban locos intentando explicar una realidad que no les entraba en la cabeza: independientemente de la velocidad del observador, la velocidad de la luz era siempre la misma, los puñeteros 300.000Km/s (kilometrillo arriba, kilometrillo abajo). Ná, que daba lo mismo: que voy a toda leche, a 200.000 Km/s contra una fuente de luz... zas, resulta que la velocidad del haz de luz es de 300.000 Km/s (cuando la intuición dice que deberían ser 500.000Km/s, sumando las dos velocidades). ¿Que huyo como loco a los mismos 200.000?... otra vez, los puñeteros 300.000 Km/s como resultado de la medición (debiendo, en este caso, ser 100.000 Km/s, restando las velocidades).

Tras siglos en los que los que el hombre había definido a su antojo los sistemas de referencia de la ciencia, llega la naturaleza y dice que no: que fuera intuiciones, que fuera antropocentrismo. Que la luz va a corretear por el universo libre de las ataduras de la razón. Pero eso sí, con una condición: una cerril fijación por los 300.000 Km/s que, además, constituye un límite inalcanzable para la materia (si alcanzas esa velocidad, preocúpate chavalote, porque significa que te has desintegrado en paquetes de fotones).

En medio de este desasosiego, aparece Einstein y explica este absurdo recurriendo a otro absurdo todavía más desproporcionado. Según él, lo que ocurre es que, al movernos, (1) los metros varían de longitud, (2) los relojes se adelantan y se atrasan y (3) ya, la repanocha: cuanto más rápido vas, las cosas "pesan" más (tienen mayor masa). Y se hacen experimentos. Y resulta que sí, que esta explicación, de forma totalmente inesperada, explica el comportamiento de la naturaleza. Haciendo un símil, podríamos decir que las magnitudes de la naturaleza "rinden culto" a la velocidad de la luz.

¿No os parece curioso? ¿Veis aquí ALGO de relativo? Yo veo todo lo contrario: que, en lo que a longitudes, tiempos y masas se refiere, la naturaleza ha aceptado doblegarse ante un absoluto: la velocidad de la luz. En términos científicos, Einstein supuso el paso del politeísmo al monoteísmo. De varios "absolutos independientes" (el metro, el segundo, el Kg), a un único absoluto de referencia: la velocidad de la luz.

(Por fin, la conclusión filosófica, que hasta yo tenía ganas a estas alturas). Y esto me lleva al plano humano: no todo es relativo (como pretenden hacernos pensar los que utilizan el nombre de la teoría sin conocer su contenido). Que hay mucho más absoluto del que pensamos. Que, por mucho que los antropólogos empiristas se dediquen a rebuscar excepciones entre sociedades primitivas, con la intención de convencernos de que la ética es relativa la esencia de la conciencia humana ha sido siempre compartida. Que todos tenemos en común un núcleo esencial para el juicio moral, por mucho que nos empeñemos en guiarlo con raciocinios. Que, para encontrar este núcleo, no hay más que mirar a la gente humilde o a la gente bondadosa de cada sociedad (¿No es curioso que las personas radicalmente buenas buenas son universalmente reconocidas como tales, independientemente de sus creencias?).

La relatividad ha tenido una gran trascendencia, más allá del ámbito científico e incluso del técnico (la relatividad es necesaria para unas cuantas cosas de las que usáis en vuestra vida cotidiana). Además, ha impactado en la conciencia colectiva; pero en este caso con un efecto pernicioso; y lo que es peor, contradictorio con su contenido. Se ha empleado como estandarte derribar los referentes del comportamiento moral (cuando en la ciencia, lo que hizo, fue levantar un único tótem de referencia). Se ha usado como excusa para convertir la ética en un deporte sin reglas. Y no sólo para eliminar reglas secundarias, como acerca de cómo se saca de banda o cuánto dura cada tiempo, sino una eliminación total de cualquier reglamento. En este sentido, una conversación de defensores del "todo es relativo" podría llegar ser:

-"Este deporte se trata de meter gol"
- Y otro "no, lo que hay que hacer es meter canasta"
- Y el de más allá "qué tontos sois, esto se trata de correr por la banda lo más rápido posible"
- "¿Banda? ¿Qué es la banda? Si esa raya marca el centro del campo".

¿Os parece una caricatura? Pues es lo que ocurre actualmente con el juicio del comportamiento moral.

Dejemos de confundir conceptos y llamemos a las cosas por su nombre: el bien es el bien. El mal es... la ausencia de bien (creo firmemente que el mal no tiene existencia propia). Todos tenemos clarísimo el núcleo de bien y de mal (por más que intentemos bañarlos de capas de filosofía que nos justifiquen). Una acción ha de ser objetivamente calificable en diferentes escalas de bien. Debemos tener e inculcar ese criterio de juicio. Pero ojo, mucho ojito: tan claro como que debemos ser capaces de juzgar el carácter moral las acciones, es que no tenemos autoridad para juzgar el carácter moral de las personas (de los otros no conocemos su circunstancia ni su escala de valores). Una acción puede ser mala, sin estar siendo malvada la persona que la realiza.

Ayer le escribía a una amiga: "tú recurres a Freud. Yo busco una trascendencia simple y brutal que dé sentido a la existencia". ¿Y tú? ¿crees que basta con la ética, con el comportamiento armónico entre paquetes ordenaditos de moléculas? ¿O ha de haber una moral referida a un principio absoluto de bien?

Y recordemos siempre: "el mal prolifera cuando los hombres de bien no actúan". Si ni siquiera tenemos claro y sólido el concepto de bien, si aceptamos que tenga una consistencia oleaginosa, difícilmente podremos hacer el bien, y seremos cómplices de la proliferación del mal.

Un tocho insoportable, lo sé. Pero es el mínimo necesario en caso de tener los huevos de contradecir a Einstein. Y de manifestar en público una profunda convicción que me ronda la cabeza desde que leí a Einstein por primera vez.


lunes, 8 de noviembre de 2010

3 minutos de relación, ruptura y reflexión

Hoy no me voy a andar con monsergas existenciales ni con batallitas de la historia. Simplemente, os voy a recomendar un vídeo que me ha encantado. Un pildorazo de 4 minutos que encierra la historia de todas las fases de una relación: la alegría, del dolor, de la reflexión, del duelo y la final aceptación. Y no soy el único que piensa que el vídeo merece la pena. De hecho, ha ganado el premio a la mejor estructura narrativa de los "Vimeo awards" (vimeo viene a ser como el "Youtube de calidad").

Simple pero potente, como las pelis que a mí me gustan. Un monólogo torturado, plasmado en un stop-motion (creo que se llama así a la técnica de convertir fotos en fotogramas). Y qué frase más expresiva, que refleja el simple pero incontestable trasfondo de tantas rupturas: "We just didn't click the right way" (3:29). Y es que tantas veces buscamos a la persona "perfecta", en base a una lista de atributos predefinidos que ha que cumplir... Cuando lo que en realidad tenemos que buscar es alguien a quien, incomprensiblemente, amemos y admiremos (sí, sí, digo bien: incomprensiblemente). Alguien de quien podamos decir "qué afortunado soy: tengo la oportunidad de intentar hacer más feliz a esta persona tan alucinante".

¿Y tú? ¿Buscas amar, o que te amen? ¿Admirar, o que te admiren? ¿Buscas la felicidad por la vía obvia (buscando gente que te ame)? ¿O por la vía acertada (buscando a gente a quien amar)?

No dejéis de verlo, son 4 minutillos de ná.
















La reflexión anterior va dedicada a varias amigas (ellas saben quienes son). Amigas que son mujeres fuertes, inteligentes, bondadosas, interesantes y, por lo general, bastante atractivas. ... pero que han cometido el error de tener carácter; de no querer estar con un hombre que esté por encima de ellas; de aspirar a una relación de igual a igual. Una relación que, por desgracia, pocos hombres están dispuestos a aceptar (especialmente el "macizo de la raza" español, gremio al que a veces me "avergüenzo" de pertenecer).

Ahora que lo pienso... empecé el post diciendo que no me iba a enrollar y al final os he soltado un rollo de impresión. Ains, si es que no me puedo contener ;). Os deseo un buen lunes.

P.D. Si os ha sabido a poco, u os he dejado un poco melancólicos, ahí el contrapunto: una ruptura convertida en caricatura. Tiene su punto. Es el primer "minicapítulo" de este vídeo, que contiene 3 en total.


lunes, 1 de noviembre de 2010

¡Y el tío sigue vivo!

** Aviso a navegantes: este post es polémico. Puede escocer a algunas conciencias pseudoprogresistas carentes de base histórica. Aquél que  atraviese esta línea, que lo haga por su cuenta y riesgo (qué exagerado me ha quedado, pero impone, ¿eh?) ** Y segundo aviso: este post es largo, quizás demasiado, pero es que trata un tema que me llega bastante hondo.

Leo en Monocle una anécdota moscovita que me ha dejado totalmente descolocao. El chascarrillo es el siguiente. Lugar: el Kremlin;  fecha: verano-otoño de 2010 (vamos, que no he encontrado la fecha exacta); actores: Medvedev y Zelenin –gobernador de la región de Tver-; escena: Zelenin encuentra un bicho en la ensalada que le sirven, le saca una foto con su teléfono (podéis verla más abajo) y la tuitea (es decir, la publica al mundo, a través de Internet), con el siguiente comentario: “ensalada con gusano vivo - una forma muy especial de mostrar que la ensalada es realmente fresca”.

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E inmediatamente he pensado ¡¿Pero este tío sigue vivo?! Os parecerá una tontería, pero cuando yo vine al mundo, hace 35 años, decir esto a tus amigos cercanos, en la URSS, supondría privación inmediata de libertad. Y me he acordado de lo salvajes que fueron los dirigentes políticos de este infierno. Por ejemplo, me ha venido a la memoria:

  • La Lubianka, la sede de la KGB, la checa moscovita, algo así como un “Spa del sufrimiento de cuerpos y almas”, especializada en derretir cerebros y aniquilar conciencias con sus sádicos, brutales y refinados métodos de tortura. Leed “Archipiélago Gulag”, escrito por un tío que vivió esta barbarie, si queréis ver de qué hablo. Pero aviso: puede resultar demasiado desagradable.
  • Kolimá y Vorkutá, los iconos del entramado de campos de concentración y exterminio de la URSS. Si Auschwitz os hiela la sangre, mejor no os cuento lo que pasó allí.
  • Que los judíos que huyeron de Alemania hacia el Este, al acabar la II Guerra Mundial, se encontraron con que Stalin se encargó de continuar con la política de exterminio de la raza judía que inició Hitler.
  • Que la II Guerra Mundial la ganamos “los buenos” gracias a que Stalin fue un auténtico salvaje con su pueblo: 30 millones de soviéticos (sí, sí, un tres y un cero detrás) murieron durante la contienda. ¿Razones? Pues ahí van un par de ejemplos de brutalidad: (1) La política de ni un paso atrás en Stalingrado (los oficiales tenían que disparar a sus soldados si daban la vuelta, y de veras que lo hacían). (2) O la orden dada en la batalla del Kursk (el mayor enfrentamiento de tanques de la historia) de “dirigirse en carrera desenfrenada hacia los tanques alemanes, hasta empotrarse con ellos si fuese necesario”; y de veras que lo hicieron: amasijos de tanques ardían fundidos en el campo de batalla. Preferían morir así que enfrentarse a un consejo de guerra (al que, por supuesto, no iban a llegar). (un día hablaré de esta batalla, la gran desconocida que tuvo tantísima relevancia en la II Guerra Mundial)

Y después de esta avalancha de recuerdos, me ha venido (como siempre me pasa) la consiguiente avalancha de reflexiones:

  • Mi más sincero agradecimiento a los soldados rusos que murieron. Mi más nauseabunda repulsa por cualquier dirigente soviético.
  • Mi duda razonable de si no hubiese sido mejor, para el conjunto del mundo, que Hitler hubiese ganado la II Guerra Mundial, en lugar de Stalin. Ojo: hablo del conjunto del mundo, no de España, Francia o Inglaterra. Y es que la victoria de los soviéticos les hizo amos y señores de las todas sus repúblicas, de los países satélite del Pacto de Varsovia; les permitió invertir cantidades ingentes de dinero en estimular el comunismo en Africa; inyectar armamentos e instigar guerras; desperdigar a millones de personas por toda la URSS para evitar potenciales concentraciones de disidentes de potenciales disidentes (que se lo digan a los ucranianos). Tengamos en cuenta que con Stalin, el pueblo soviético vivió mal, muy mal, todos y cada uno de los momentos de su mandato. En cambio, con Hitler, “sólo” sufrieron durante los años finales de su dictadura; y sólo una parte de la población; y en gran parte debido a las barbaridades económicas que les impusieron los aliados en Versalles (ojo, que no lo justifico, pero siendo los dos tremendas aberraciones, no puedo evitar que una me parezca menos mala que otra).
  • En línea con la reflexión anterior, mi puntito de “remordimiento de conciencia colectiva” al pensar que, para vivir un poco mejor en Europa Occidental, ha habido tantos millones de víctimas (físicas y mentales) a cargo de los regímenes comunistas, por todo el mundo.
  • Mi sorpresa y desconcierto de que todos estos datos permanezcan en el olvido; incluso en EEUU, el enemigo acérrimo de la URSS. ¿Qué extrañas fuerzas operan en la sombra, que pretenden y consiguen que la gente no sepa la verdad sobre los regímenes comunistas? No lo sé, pero tiene que haber algo, porque si no, me resulta totalmente incomprensible. No, no me entra en la cabeza que Guántanamo (que es deplorable) sea el epítome del mal, cuando es una zapatilla rusa al lado de cualquier cárcel regional soviética.
  • Que critiquemos el corredor de la muerte estadounidense (igualmente deplorable), mientras existe la opinión generalizada de que China es un dulce suflé cuyo PIB crece rápida e indefinidamente. Cuando en realidad es un régimen dictatorial brutal, con la mayor tasa de suicidio del mundo.
  • Mi estupefacción por le hecho de que en la cultura europea haya triunfado el neomarxismo de Marcuse, y que sea denigrante el reconocer a EEUU el papel que ha tenido en el siglo XX (con sus luces y sus sombras, casi como un cuadro de Caravaggio, pero con más luz que oscuridad).
  • Mi cabreo con el pueblo francés, por tener ojeriza a los americanos, quienes les salvaron de desaparecer de la faz de la tierra, como país, en dos ocasiones a lo largo de este siglo.

Como cierre, creo que el régimen económico y político de occidente debe mejorar, y mucho, para desarrollar sociedades en las que los ciudadanos vivan libres, felices y pudiendo desarrollar todo su potencial, en la que podamos sacar fotos a ensaladas con gusanos siempre que nos apetezca… Y considero que la conjunción de los modelos americano y europeo han de constituir la estructura principal sobre la que ponerse manos a la obra (eso sí, tirando muchos tabiques, levantando nuevas habitaciones y abriendo más ventanas).

Espero haberos transmitido mi convicción: que la historia del siglo XX no es tan plana, tan evidente y tan tontorrona como pretenden que creamos. Que no vale el maniqueísmo y que es sano desconcertarse al valorar el cronograma de la historia reciente.