sábado, 16 de abril de 2011

Dámelo todo

** 1 Falacia de la composición: falacia que consiste en inferir que lo que es verdadero para una de las partes es, asimismo, verdadero para el todo.** 2 Ojito, que este post va de rollo filosófico; avisado está el que pase de esta línea**

Fue en las clases de Economía de la carrera. Allí nos conocimos. Me atrajo desde el primer momento, por la sutileza con la que desmontaba algunas de mis creencias anteriores. Me refiero al concepto "filosófico-matemático" de la Falacia de la Composición.

Entre otras cosas, me hizo reflexionar sobre el concepto de austeridad que existía en mi cabezón por aquella época; concepto en el que había sido educado. De repente, caí en la cuenta de que esta supuesta virtud, tal y como yo la entendía resultaba sino perjudicial para el conjunto de la sociedad. En teoría, si un tipo aislado ahorra, sale beneficiado (en teoría, porque no sabe lo que se pierde, pero bueno). En teoría, si un país establece aranceles a la importación de productos, sale beneficiado. No obstante, si de repente toooodo el mundo ahorra, o si de repente todos establecen aranceles, el sistema económico se colapsa. Para muestra, un botón: el efecto multiplicador de la crisis que tuvo el ahorro tras el crack del 29; o que la restricción a las importaciones para favorecer las economías locales sembró el empobrecimiento global clave antes del estallido de la II Guerra Mundial. Así que me dije "pues menuda chusta de virtud, que si la aplica todo el mundo, resulta mala para todos". Vi que lo moralmente criticable no provenía del hecho de gastarse el dinero, sino de dedicar excesivo tiempo, esfuerzo y preocupaciones a acumular más dinero del necesario, dejando de lado las personas y las cosas realmente valiosas de la vida.

Más adelante, descubrí que tenía el mismo problema con el núcleo duro de la moral en la que (yo creía) había sido educado. Una moral en la que el concepto de generosidad venía a ser algo así como "darlo todo por los demás", "entregarse a los demás" y demás conceptos similares. Un concepto unidireccional, que iba exclusivamente del "sujeto generoso" hacia las otras personas.

Y claro, llegó el día en el que me planteé: "si todo el mundo siguiese esta moral al pie de la letra, todos darían y nadie recibiría" (jodein, qué mal suena esto, sustituyamos "darían" por "entregarían", ¿vale?). ¡Zas!, toma falacia de la composición, toma callejón sin salida en el sistema axiomático de mi código moral. Una moral insostenible. Me recordaba a la chapuza de los principios del liberalismo económico, basados en la competencia perfecta... una competencia perfecta que, ineludiblemente, tiende al monopolio en ausencia de mecanismos de control (en este sentido, el capitalismo sí que lleva en su seno la semilla de su propia destrucción). Así, este concepto central de mi sistema moral no era válido porque no podía ser universal.

Probablemente penséis que es una rayada muy gorda. Quizás. Pero mi cabeza funciona así... la norma que, idealmente, debería regir mi vida, no podía contener un error de bulto como éste.

Pero un día, Ana, mi coach -y sin embargo amiga-, me movió a una reflexión que me cambió totalmente la perspectiva: la generosidad no consiste exclusivamente en entregarse, no acaba en el hecho de dar... sino que la generosidad, bien entendida, pasa por dar a los demás la opción de que te den. El que sólo se entrega y no acepta nada a cambio, en el fondo, es un egoísta. Porque bloquea el derecho que los demás tienen de darle. Así entendida, la generosidad viene a ser una carretera de doble sentido.

De aquí, mi re-definición interna, según la cual la generosidad es "dar, hasta la opción de que te den". Ahora todo cuadra.

Poniéndome melodramático, hasta podría decir el "ya hay paz" de esta canción de Love of Lesbian.

  • En un principio pensaba pensaba que mencionar esta canción era una excusa cutre para proponeros disfrutar de este temazo. Pero me he dado cuenta del significado tan positivo que guarda para mí; y que esta Semana Santa haré algo que tengo pendiente hace tiempo: iré a mi lugar más íntimo, al altar de mis alegrías y mis pesares, allí "donde solía gritar"... y emocionado diré... diré: "ya hay paz".

Como cierre, la pipa de la paz: En defensa de mis papis diré que, el otro día, hablando esto con mi madre, me dijo "¡pues claro, a ver qué te vas a creer!". Muy clarito lo tenías, ¿eh?, pero sin embargo nunca me lo inculcaste explícitamente. Que te pique un pollo ;). Así que, como tantas veces en la comunicación, el "problema" no ha estado en lo que se ha dicho, sino precisamente, en lo que se ha dejado sin decir. Ojo, que no te echo nada en cara (sabes que no puedo), sino para que aprendamos y que no se repita la historia. Que, por no decir las cosas importantes a tiempo, no nos encontremos con hijos talluditos teniendo que reinventar las "ruedas importantes" de la vida.

** En Madrid, en víspera de Domingo de Ramos de 2011; sorprendiéndome de lo serio y sesudo que me pongo cuando me doy rienda suelta **

2 comentarios:

Bea dijo...

Hola rey,

Pues vaya con la reflexión de hoy. Joder, mis padres tampoco me lo contaron, y tampoco en las clases de religión ni luego en los libros que leí, pero si que te lo enseña la vida, si cuando rompes las cadenas de los prejuicios y observas que la gente que no tiene nada te da, te regala una sonrisa, una mirada, te acoge en su hogar, te muestra a su familia, te da, y tu que te sientes liberado, eso que recibes es lo más generoso del mundo.

Un beso enorme, cuídate.

BCG

Unknown dijo...

Barry, cuando te pones te pones eh?
Dos cosas veo aquí. Tu educación, seguro que parecida a la mía, no la eliges tú, pero culparla es escurrir el bulto en cierta forma.
Y la segunda, la dificultad que has tenido siempre para simplificar. Te vas enrollando (o embrollando) en tu propia madeja gris y te enrocas macho. Y simplificar es difícil, pero muchas veces efectivo. Y al final, tu conclusión me parece la mar de simple...