miércoles, 12 de octubre de 2011

Maldita maledicencia

** Tras el diluvio, Noé fue el primero que plantó una viña. Bebió del vino, se embriagó y se quedó desnudo dentro de su tienda. Cam -el hijo menor de Noé- vio la desnudez de su padre y, afuera, se lo contó a sus dos hermanos. Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, se lo echaron ambos al hombro y cubrieron la desnudez de su padre. Cuando Noé despertó de su embriaguez y supo lo que le había hecho su hijo menor, exclamó: "¡Maldito sea Canaán! (el hijo de Cam)! ** (extraído del Génesis)

Este fragmento del Génesis, con el cabreo que se agarra Noé con el hijo que habla mal de él, me viene al pelo para tratar de un tema del que hace tiempo que quiero escribir. Algo que tradicionalmente ha sido considerado como un defecto, pero que ahora parece totalmente permisible. Me refiero a la maledicencia; uséase, hacer públicos los defectos de un tercero por el mero "placer" de hacerlo, o con la intención de dañarle.

¿Que por qué me da por escribir sobre esto? Pues por el calentón de amarillismo que hemos tenido últimamente con la boda de la "Requetegrande" de España y el otro individuo (lo reconozco, no sé cómo se llama ni voy a perder el tiempo buscándolo en Internet). Y es que, entre titulares y comentarios de cafetería, he visto unas cuantas barbaridades que me han hecho reflexionar al respecto. Por suerte, el otro día hablaron sobre este tema en el programa de Pepa Fernández de RNE, y me alegré al ver que todavía hay gente que se toma esto en serio (os recomiendo ese programa; llamadme viejo, pero me encanta)

Volviendo al fragmento del Génesis, me llama la atención que la "reprimenda" del autor no se la lleva Noé por la borrachera (que su derecho tenía a agarrársela al volver a puerto ;). Sino que el que es digno de crítica, y por tanto el autor lo recalca, es el que agarra y les cuenta a todos que ha pillado a Noé con una curza del cinco.  De un tiempo a esta parte, me vengo dando cuenta cuenta de la actualidad de la moraleja de este relato: que es sorprendente el desparpajo y la ligereza con la que aniquilamos la reputación de las personas, mientras damos muchísima más importancia a temas menos relevantes, como sus posesiones materiales. Y me ha llevado mis añitos, incluso considerando que mi madre siempre me ha inculcado el respeto por el tema: no han sido pocas las veces que, al comentar un defecto de alguien, mi madre me ha parado en seco (y más aún en los casos en los que únicamente me basaba en rumores de terceros o suposiciones personales, sin tener siquiera información fidedigna, como pasa tan a menudo).

Y sí, le doy importancia a este tema. Mucha más de la que solemos darle hoy en día. Porque, en resumen, la maledicencia me parece la "desproporcionada venganza del cobarde". Y me explico:

- Desproporcionada, porque los rumorcillos y chismorreos suelen alcanzar dimensiones impensables. Se transmiten a toda velocidad, y además van mutando por el camino. En pocos días, un rumor que soltamos con ligereza ha llegado a cientos de personas (o más), se ha deformado y caricaturizado.  Y lo que es peor, no muere, sino que permanece en la memoria colectiva.

- Venganza, porque por lo general buscamos resarcirnos de un daño que nos han hecho, o acallar un sentimiento de envidia. Y como toda venganza, es absurda e improductiva. Porque se basa en el rencor, que es (como decía Nietzsche), la "emoción del esclavo"; en efecto, el que se venga no se sitúa por encima del vengado, sino que con su esfuerzo y atención, lo que en realidad está haciendo es poner en un pedestal a aquel al que quiere pisotear. Improductiva, porque es lo que en teoría de juegos se llama un "pierde-pierde": Una jugada en la que ninguno gana, y todos pierden (pierde el vengado, por supuesto; y el que se venga, que solo obtiene una pasajera e inexplicable satisfacción por generar sufrimiento ajeno, a cambio de un gran esfuerzo invertido)

- Del cobarde, porque la maledicencia no se hace a la cara, se hace a escondidas. No nos atrevemos a decírselo a la cara a la persona de la que hablamos mal, ni le damos la oportunidad de mejorar. No señor, no: a sus espaldas dispersamos el rumor y luego nos escondemos. Y lo curioso es que, muchas veces, el "rumoreado" ni se entera de que se ha dicho eso sobre él, y no se le da la opción de defenderse o aclarar la verdad.

En resumen, que la próxima vez que vayamos a comentar un defecto de alguien a sus espaldas... pensemos antes para qué lo hacemos, y el impacto que puede tener.

** Ya, ya sé que me he puesto muy rollo. Si te he aburrido, es responsabilidad tuya por no haberte ido a leer el Marca en lugar de seguir leyendo hasta el final. Pero, bueno, por lo menos he vencido el freno que durante tanto tiempo me ha impedido escribir. Espero tener una época algo más constante en esto de escribir en el blog. Como cierre, un vídeo molón: vedlo en pantalla completa y volumen a saco **

Enlace al vídeo: http://www.vimeo.com/22459501

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sin comentarios... Una lección de respeto al ser humano Pablo... Lo curioso es que es motivo de negocio, desde el mero individuo a Telecinco
Y si el respeto tornara el modelo de negocio? Habría que escribir primero otro Génesis??