martes, 2 de junio de 2009

Owen, parece que eras un buen tipo

Hay libros de ensayo que no puedes leer enteros. Bien sea por la escasa “densidad” de pensamiento (esto es, por el número de ideas interesantes por página), bien por la falta de hilo conductor y tesis fundamental. Pues bien, el libro “Ideas” de James Watson une estos dos defectos con una habilidad magistral. Vamos, que no merece la pena leerlo, y que ya que me lo he comprado, a veces hojeo algún capítulo.

Pues bien, ayer estaba con un capítulo referente al nacimiento de la revolución industrial. Y entre los nombres de los “malos-malísimos” de esa época, como Malthus, Bentham o Ricardo, encontré de nuevo con Owen, un tipo con un enfoque socioeconómico interesante. Os transcribo cosas que he encontrado en el libro (en cursiva está el texto escrito por el propio Owen, mientras que lo normal es el texto del pesao del Watson).

Owen no necesitaba convencer a nadie de que los largos turnos de trabajo tenían un efecto atroz sobre la slaud y la dignidad de los trabajadores. En la fábrica, dijo, el empleo se ha convertido meramente en una relación monetaria sin importar la responsabilidad moral. Esta abdicación moral era, para él, el elemento más importante del nuevo sistema. El hombre pobre ve a todos a su alrededor corriendo, a la velocidad de un coche de correos, para adquirir riqueza individual… Todos han sido entrenados con diligencia para comprar barato y vender caro; para triunfar en ese arte, se enseña a las partes a desarrollar y fortalecer su capacidad para engañar; y de esta forma se ha generado en toda clase de negocios que destruye aquella apertura, honestidad y sinceridad sin la cual el hombre no puede hacer felices a los demás ni disfrutar de la felicidad él mismo.

Owen había empezado a trabajar a la edad de diez años, después de lo cual se había trasladado del condado de Montgomery a Londres. Consiguió prosperar y se convirtió, primero, en socio de un negocio en Manchester y, más tarde, en director y socio de las fábricas de New Lanark, en Escocia. Fue allí donde, a lo largo de dos décadas llevó a cabo sus experimentos de reforma social en un ambiente industrial. Cuando asumió su cargo en Lanark, se vio sobrecogido: los trabajadores eran holgazanes y vivían en la pobreza, usualmente endeudados. Con frecuencia estaban borrachos y trataban con artículos robados. Estaban acostumbrados a mentir y a discutir y lo único que los unía era su vehemente oposición a los patronos.

Su respuesta fue radical. Para disuadir a los trabajadores del hurto y la bebida, estableció un sistema de recompensas y castigos. Elevó la edad mínima para trabajar de 6 a 10 años y fundó una escuela en el pueblo en la que se enseñaba a los niños a leer, a escribir y a pasárselo bien.

Con gran satisfacción, logró demostrar que sus mejoras no sólo hacían la vida más fácil a los trabajadores, sino que de hecho ayudaban a aumentar la productividad.

En definitivas cuentas: este Owen era un buen tipo, e intentó llegar a la mejora de la sociedad por caminos alcanzables y realistas, no como el mamarracho del Marx, que no sabía que, para llegar a un lugar imposible, el hombre elige siempre el camino equivocado.