** Aviso a navegantes: post-caricatura escrito desde la ironía, riéndome de las situaciones y de mí mismo, nunca de los demás. Que nadie se dé por aludido, y sí por divertido. Si alguien, al leer este post, piensa que voy de sobrado, es que mal me conoce y que no ha llegado hasta el final del mismo... Y antes del post, va mi más sincero agradecimiento a los que me leéis o habéis intentado hacerlo alguna vez. Por aguantarlo y, a veces, hasta comentarlo. **
Una de tantas noches, en un bar cualquiera, con una persona cualquiera (mira que me jode no poder escribir "una noche especial, "nuestro" bar, con "la" persona... pero bueno, todo llegará). Conversación de relleno (de gomaespuma, que no de plumón), de asentar el terreno para intentar pasar a temas mayores y paños menores.
Es curioso, pero fluyen dos conversaciones: la explícita, la de sonrisa Signal; y la implícita, mi diálogo interior. Puestos en escena, éste es un ejemplo de triálogo entre (1) ella, o "la bella"; (2) el Pablo social, superego o "el príncipe"; (3) mi diálogo interior, el ello o "la bestia").
- La bella: "Ya lo decía Einstein, que todo es relativo".
- El príncipe: "Ayer hablé de eso en mi blog. Te gustaría entrar, porque muestro un punto de vista diferente al respecto" (tono informativo).
- La bestia: "Alma de cántaro. No digas barbaridades. No seas bruta. No me seas sacrílega. Los musulmanes no pueden escribir el nombre de Dios. Tú no puedes mencionar a Einstein. Quizás todo sea relativo, pero al menos hay una cosa absoluta: no tienes ni idea de lo que estás hablando".
- La bella: "Ostrás, ¿tienes un "bloc"?
- El príncipe: "No se dice bloc, se dice blog. Viene de weblog" (tono tierno y pedagógico)
- La bella: "Bueno, es lo mismo".
- La bestia: "Mal vamos. Me ahorro el ejemplo barato. ¿Qué prefieres? ¿Que te diga que eres pura y casta? ¿O que eres puta y basta? Mira la gracia que tiene cambiar unas letritas".
- La bella: "Eres un friki"
- El príncipe: "Bueno, friki, no. Simplemente, me relaja tener la oportunidad de pensar con los dedos de vez en cuando" (ojillos vivarachos y sorprendidos ante un comentario que, simulo, no me han hecho nunca).
- La bestia: "ya estamos con lo del friki. Friki lo serás tú. Friki, porque eres capaz de hablar cinco minutos de un vestido, su hechura, su tela, sus colores, la longitud del dobladillo y hasta su caída (más que hablar de cómo cae, a mí me gustaría ver cómo se desabrocha y sentir cómo se rasga). Friki, porque puedes distinguir más colores que la pantalla de mi ordenador (además de distinguirlos, los nombras con un criterio incomprensible). Friki, porque te sabes la disponibilidad de tallas de todas las prendas del Zara, ordenadas por colores. Friki, porque conoces el peso al nacer de la tercera criatura de noséqué aprendiz de actriz que acaba de tener su tercer hijo (fíjate, que de buena gana le haría yo uno, pero resulta que hay un tipo que ya me ha colao un hat-trick). Así que monina, friki, tú".
- La bella: "¿Y qué cuentas?"
- El príncipe: "No sé, de lo que me viene a la cabeza, no tengo línea editorial definida" (mirada interesante, desenfocada hacia el ángulo superior derecho, mientras finjo elaborar una frase que he dicho cien veces)
- La bestia: "En mi blog no cuento nada, reflexiono. No cuento, analizo y sintetizo; no cuento, comprendo. Aunque te parezca insospechado, hay niveles más profundos e interesantes que esta charla insulsa que estamos manteniendo. Si quieres que te cuenten algo, búscate el vídeo de los tres cerditos de la rana Gustavo, pero no visites mi blog. Pero bueno, ahora sí que me están entrando ganas de contar algo: esta conversación. Seguro que, por sí misma, y sin necesidad de profundizar, despierta alguna reflexión; tranquila, no diré tu nombre".
- La bella: "¿y de dónde sacas tiempo para escribir? Yo es que no tengo tiempo para nada"
- El príncipe: "por la noche, me relaja sentarme un rato delante del ordenador y escribir unas líneas" (sonrisa orgullosa del que se sabe juzgado como eficiente y capaz, tras haber sido tachado de desastre durante tres décadas de su vida).
- La bestia: "¡¿Que no tienes tiempo para nada?! Pues chica, apuesto que te has tirado unas cuantas tardes de tiendas y escaparates para conseguir ese look de putón tan depurado que me llevas. Eso, sin hablar del tiempo gastado en peluquerías y manicuras (porque no te engañes, no es tiempo invertido, es tiempo gastado... inversión es cuando el esfuerzo adicional se traduce en un rendimiento adicional, y resulta que a mí me da lo mismo que tengas padrastros en el pulgar. Es más, estoy empezando a pensar si soy yo el que estoy invirtiendo o gastando el tiempo contigo). Apuesto a que a tu edad, y con el estropajo epidérmico que tienes, seguro que llevas cientos de horas con pepinillos por la cara, miles de euros en cremas placebo e infinitas conversaciones sobre las virtudes del agua de arroz para dejar una piel tersa. En definitiva, apuesto a quien realmente le sobra el tiempo es a ti; y te dedicas a rellenarlo; en cambio, mi tiempo está repletito y turgente".
- La bella: "¿y se puede visitar?"
- El príncipe: "Claro, estaría encantado. Incluso puedes dejar comentarios a los posts" (gesto alocadamente comercial, similar a la de un relaciones de discoteca).
- La bestia: "Sí, tú visita, visita... si consigues leerte un post enterito, te regalo una chochona. Eso sí, luego no me vengas con que un post es largo. En este caso, la longitud sí que es relativa. A lo mejor es que tú eres corta, independientemente de la longitud de mi post".
- La bella: "¿y cuál es la dirección?"
- El príncipe: "pablobarry (como mi nombre, pero con ye al final), dot, blogspot, dot, com" (entonación didáctica y pausada, como si le contase el cuento de caperucita).
- La bestia: "Esta no consigue entrar al blog ni de coña. Ni con esa carita de enterada que me ha puesto. Porque pondrá blocspot, en lugar de blogspot. Porque no sabe lo que es el dot. Porque, al igual que mi mente no tiene cajones para las tallas de ropa, la suya tampoco los tiene para Internet."
Unas semanas después coincido con ella en la fiesta de una amiga:
- La bella: Leí tu blog. Y he de decirte que no estoy de acuerdo con tu necesidad de principios morales, creo que la vida se puede sustentar desde principios éticos, ya que bla, bla, bla... (a partir de este punto puede continuar cualquier vapuleo intuitivo-intelectual de los que haya recibido últimamente. De esos que, afortunadamente, derriban prejuicios y despiertan curiosidades).
- El príncipe: "Si quieres, mañana lo discutimos tomando una cerveza" (previsiblemente sorprendido y descolocado ante estos comentarios)
- La bestia: Siento deciros que en esta parte, el triálogo pasa a diálogo, y la bestia no participa. Porque, aleccionado, la bajé a los sótanos de la conciencia hace ya bastante tiempo. Porque todos deberíamos encerrarla allí una buena temporada. Porque no hay mayor maravilla que descubrir el tesoro que los demás guardan dentro. Tesoros de los que estamos interiormente orgullosos pero exteriormente avergonzados. Porque, creyéndonos libres, aceptamos vivir condicionados por unos prejuicios que nos esclavizan.
Te propongo una cosa, hazte un regalo: asume el reto de descubrir tres cosas sorprendentes de las personas a las que te presenten de aquí a final de año, en cualquier situación (en la cena de Navidad, en una casa rural el puente de diciembre...). Es una experiencia maravillosa: te ayudará a debilitar tus prejuicios y esquemas mentales que, en la mayoría de las ocasiones, te restan en lugar de sumarte, tanto a ti como a los que te rodean. Porque, aunque tengas tu forma de ver el mundo, hay un mundo de formas de verlo. Ni mejores, ni peores. Interesantes y sorprendentes.
Me gustaría poder contaros el final del cuento de mi bella y mi bestia. Todavía no ha llegado el momento, pero al menos ya estoy haciendo el casting. Me senté unos cuantos años a la vera del camino y exploré por senderos escondidos. Lo he vuelto a retomar, gracias a algUNAs personas especiales. Me sé retrasado unas cuantas etapas; sin embargo, ahora hago la ruta sin prisa, disfrutando de cada jornada del viaje. Concediendo el mismo peso al camino que al destino, como los auténticos viajeros.