viernes, 15 de octubre de 2010

Retrospectiva fastidiosa

Venía yo todo contento a escribir un post sobre la crisis de los misiles de Cuba (comenzó un 15 de agosto, y yo soy muy de efemérides); venía yo todo contento, digo, y de repente me encuentro con que llevo casi dos meses sin escribir en el blog.

Y me he puesto a pensar: “A ver, Pablito -sí, sí, yo también me llamo Pablito de vez en cuando-: ¿qué narices has hecho estos dos meses?” Y así, puesto a hacer balance, me he dado cuenta de que he hecho muchas cosas, he tachado muchas tareas, pero no he existido. Que he tirado el tiempo, vamos. He sido “Pablito el ejecutor”, y no “Pablote el existente”. Suena a chorrada, pero cada  vez estoy más convencido de que dedicarse la vida a hacer cosas, más que a sentir la vida, es como leer poesía haciendo análisis sintáctico. Un enfoque radicalmente equivocado, vamos.

Y con esto han venido varias reflexiones en avalancha:

  • He pensado en que los tipos a los que más envidio, los místicos, sólo existían (suena a rarito, pero si me pudiese cambiar por alguien, tengo claro que sería por un místico de los de aúpa). Es más, que la presentación de Dios en el Sinaí fue simplona pero potente: “Yo soy el que soy”. Bien podría haber sido “Yahvé, constructor de universos” o “El mejor referente mundial en materia de virtudes”. Pero resulta que no, que su tarjeta de visita no habla de ninguna actividad, sino todo lo contrario.
  • He oído una canción de Deluxe, “Historia Universal”, una crónica muy potente de una pérdida de tiempo. Si tenéis, Spotify, escuchadla. Y he sido consciente de cuánto tiempo perdemos por miedo a tomar decisiones, sin darnos cuenta de que optar por la “no decisión”, por seguir con el status quo es, en sí mismo,  una decisión (en muchos casos la decisión equivocada, para más señas).
  • He leído un fragmento de un cuento oriental, ambientado en un cementerio en el que las lápidas sólo recogían el tiempo en el que la gente había vivido de verdad, en el que habían destilado la existencia. Sorprendentemente, las vidas eran muy cortas.
  • Me he acordado de mis conversaciones con algunos amigos, sobre la existencia y los niveles superiores de conciencia (qué suerte la mía, al tener estos amigos). Y de la división aristotélica entre las actividades que son medios para algo y las que son fines en sí mismas (estas últimas, las que proporcionan la auténtica felicidad).

Así que empiezo el curso con una pregunta sencilla pero con miga:

a lo largo de la última semana, del último mes, ¿cuántos momentos te habría gustado congelar, convertirlos en un presente eterno?

Piénsalo sin miedo. En mi caso, son pocos, así que voy a pensar en ello. Os dejo, que me pongo en “modo reflexión” ;).

La crisis de los misiles de Cuba, para otro día. Pero no lo dejaré pasar, porque estuvimos tan cerca de la aniquilación total que hay que asegurar que no se vuelve a repetir.

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