viernes, 14 de mayo de 2010

Qué (cueces) o por qué (enriqueces)

He estado viendo una conferencia en... tachán... sí, lo habéis acertado, en mi amadísima web del TED. La conferencia trataba sobre los diferentes tipos de liderazgo.

Me han llamado la atención dos tipos diferentes de liderazgo: el primero, un liderazgo basado en el "qué": el liderazgo autoritario, incomprensible, déspota y arbitrario. Es el liderazgo que practican las personas que no se creen realmente lo que predican o lideran; que sólo les importa alcanzar el "qué": acabar un proyecto (sin preguntarse ni para qué sirve); forrarse dirigiendo una empresa (sin plantearse la finalidad última, qué razón valiosa justifica que exista su compañía); o empeñarse en inculcar las normas de una religión sin ni siquiera creérsela, sin captar su esencia en profundidad (sin darse cuenta de que toda religión es como un sistema lógico, en el que bastan muy pocos axiomas para poder derivar el resto de principios morales).

Estos primeros líderes son obedecidos, pero nunca aclamados. Son oídos, pero no escuchados. Son "capataces", y no líderes. Soportados, y jamás admirados. Gestionan a sus subalternos como medios para alcanzar un fin, generalmente poco admirable (forrarse, conseguir la obediencia del rebaño o medrar parásitamente en la empresa). Suelen ser bastante poco dignos del papel que les toca desempeñar y, cuando desaparecen de su lugar, nadie les echa realmente e menos.

Los segundos, los que me molan, son los líderes del "por qué": aquellos que se mueven por un fin último, en el que creen y por el que luchan. Son los Martin Luther King; Steve Jobs; el Churchill de la II Guerra Mundial; Juan Pablo II... gente con la que, estemos de acuerdo o no con sus ideales, estaremos de acuerdo en que son carismáticos.

Ojo, he nombrado gente muy diferente: un pacifista, un CEO, un Papa, un jefe de estado que ordenó bombardeos civiles indiscriminados... y todos ellos fueron/son aclamados, escuchados, admirados (y casi adorados).

¿En qué radica esta diferencia? Pues porque ellos, en realidad, buscan un fin último y valioso. Churchill creía en el valor intrínseco de un orden mundial basado en la democracia, el eurocentrismo y el colonialismo (ojo, no lo defiendo). Steve Jobs cree en emplear su tecnología para hacer un mundo mejor (le dijo al presidente de Pepsi hace un porrón de años: "¿Tú qué quieres hacer con tu vida... vender agua azucarada o cambiar el mundo?"). De Luther King y Juan Pablo II no hace falta decir nada.

Ojalá consigamos vivir por un "por qué", por una razón última que dé sentido a nuestra existencia, y no sólo por un vulgar "qué" (ya sea un puestazo directivo, un sueldo alto o un cochazo que dé la nota) . Cuando lleguemos a ese nivel, no nos harán falta normas ni liderazgos absurdos, porque nuestro comportamiento "fluirá" de forma coherente desde esta razón última.


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