domingo, 3 de abril de 2011

Venga, tontorrón... Házmelo

** “No hagas a los demás aquello que no desees que obren contigo” Tobías, 4-15. Pues bien, querido Tobías, desde mi sincero respeto por tu persona y mi profunda admiración por tus dotes proféticas, he de decirte que no estoy de acuerdo contigo. Si me permites, me explico. **

Esta máxima, norma básica del funcionamiento social a lo ancho del mundo y a lo largo de milenios, descansa en una hipótesis (a mi juicio) errónea: que todos somos iguales; que tenemos los mismos gustos, aspiraciones y motivaciones; y que compartimos las mismas aversiones y malestares.

Pero si miramos con un poco de curiosidad, descubrimos una realidad muy diferente. Observamos que, incluso en los aspectos más esenciales, somos diferentes. ¡Gracias a Dios que lo somos! Es más: estoy convencido de que, excepto en unos pocos aspectos básicos y animalescos (como la aversión al dolor físico y la defensa de las propiedades imprescindibles para la supervivencia), en el resto hay gran variabilidad entre las personas. No obstante, desde pequeñitos nos repiten lo que "tenemos" que amar o aborrecer, que además tiene que coincidir con lo de los demás, porque es lo "normal". Nos intentan inculcar esta norma, que al final se convierte en una horma, al no ser natural ni ser coherente con nuestra naturaleza más íntima.

De aquí vienen expresiones como "si a mí me hiciesen eso, me sentaría fatal" o "si yo fuese él, estaría encantado de que me pasase eso". Pues bien: dejémonos de estos egocentrismos hipotéticos. ¿Sabes lo que realmente le gusta? ¿Sabes lo que, de verdad de la buena, le fastidia? No te digo si lo intuyes, no. Te pregunto si lo sabes, de verdad, si te lo ha dicho. ¡Cuántas relaciones viven en este engaño! Escondiendo las propias preferencias por intentar no hacer daño, o por no destruir la magia... Y lo único hacen es alimentar la carcoma destruye el corazón de la relación. Todo ello, en el fondo, por preferir la comodonería y la incertudimbre (y sus consecuencias) al miedo de ofrecer o pedir de verdad.

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Pero aquí no acaba la cosa, no. Esta hipótesis de igualdad ilusoria hace que, además, consideremos que los demás tienen nuestras mismas habilidades y aptitudes. Que lo que para nosotros es fácil, para los demás es fácil; y al igual con lo difícil. Y nos guardamos para nosotros nuestras facultades más valiosas, como Smeagols con su tessssssoro; sin mala intención, inconscientemente incluso, pero con resultados devastadores. Porque, si bien en este mundo tenemos que aceptar el sufrimiento, para lo que realmente estamos en esta vida es para crear la felicidad (ojo, que no para buscarla). Y la mejor forma de crear felicidad es empleando nuestras facultades naturales, haciendo aquello que nos sale fácil y que disfrutamos haciendo. Al igual que una flor, que crece sin esfuerzo, pero maravilla al que la observa.

En este sentido, he descubierto el siguiente vídeo, que habla de dar a los demás lo que para nosotros es cotidiano e incluso aburrido, pero que para los demás puede ser maravilloso. Espero que lo disfrutéis. Y que digamos, como decía Bernhard Shaw: "No hagas a los demás lo que deseas para ti; los demás pueden tener gustos diferentes".

** Tarde de olor a pino; tarde de oscuros terrones de tierra húmeda; tarde de un multitudinario graznido de cuervo solitario; tarde de escribir este post, que me parece chustero... y publicarlo... y quedarme tan pancho.**

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EPÍLOGO, a bote pronto, para los que quieran saber algunas de mis preferencias ocultas (que luego no me vengan con caras de sorpresa):

- Cosas que me gustan, que a otros pueden no gustar: estar solo; que la gente me cuente sus problemas; vagar sin rumbo definido y sin objetivos; quedarme un finde entero en la cama, cuando mi cuerpo me lo pide; que me pidan consejo u opinión; acampar para convivir, no para competir contra la montaña, y quedarme una tarde entera contemplando el paisaje; vivir el presente; regalar, cuando me apetezca y porque me apetezca (y al revés); acompañar a una chica de compras (más aún si es ir a comprar complementos originales); que me digan mis defectos, desde el cariño; hacer las cosas que quiero hacer...
- Cosas que me disgustan: tener que estar todo el día con gente; confundir las reuniones sociales con las demostraciones de fuerza (que seamos muchos no quiere decir que me lo pase mejor; por lo general es lo contrario); cocinar en manada; el bricolaje; la competición, en cualquiera de sus manifestaciones (prefiero el placer desglosado de cada punto bien jugado a la satisfacción puntual y momentánea de la victoria); ir corriendo para llegar a un sitio, sin disfrutar del camino; tener que ir siempre con un objetivo, viviendo para el futuro (llegar, hacer, terminar...); que me fuercen a hacer algo, o que me metan prisas; la gente a la que no se le pueden decir los defectos; oír expresiones como "no me cabe ninguna duda" (indicativo de que ha llegado el momento de sacar alguna certeza, para hacer hueco a tus dudas); reparar ordenadores (lo hago con el mío porque no me queda más remedio); los regalos debidos únicamente a una efeméride; hacer las cosas que tengo que hacer.

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