martes, 21 de julio de 2009

¿Qué fue de la oratoria?

Ay, qué tiempos aquellos en los que los políticos sabían hablar. Aquellos discursos de Churchill que eran capaces de enardecer hasta al más apático. No los inútiles que actualmente tenemos por políticos, que no saben lo que es dixit, y que no saben ni distinguir el género masculino del femenino.

Pues bien, en estos discursos se encuentra uno que me hiela la sangre cada vez que lo leo. Corría el año 36, en esta España al borde del colapso, y Calvo Sotelo era amenazado de muerte en público por Casares Quiroga (a la sazón presidente del Consejo de Ministros). La réplica de Calvo Sotelo es la que sigue:

"Yo tengo, señor Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza; le he oído tres o cuatro discursos en mi vida; los tres o cuatro desde ese Banco Azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, señor Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de su señoría. Me ha convertido su señoría en sujeto, no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, señor Casares Quiroga. Le repito: mis espaldas son anchas; acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria y para gloria de España, los acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: "Señor, la vida podréis quitarme, Pero más no podréis", y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. Pero, a mi vez, invito al señor Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, pues que es hombre de honor, estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla; piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos. Mida su señoría sus responsabilidades; repase la historia de los veinticinco últimos años y verá el resplandor doloroso y sangriento que acompaña a dos figuras que han tenido participación primerísima en la tragedia de dos pueblos: Rusia y Hungría, que fueron Kerensky y Karoly. Kerensky fue la inconsciencia; Karoly, la traición a toda una civilización milenaria. Su señoría no será Kerensky porque no es inconsciente; tiene plena conciencia de lo que dice, de lo que calla y de lo que piensa. ¡Quiera Dios que su señoría no pueda equipararse jamás a Karoly!"

Pocos días después, Calvo Sotelo era asesinado con nocturnidad y alevosía. Eso sí, no debe olvidarse que la falange ya había hecho de las suyas, y se había llegado a la típica situación en la que cualquier acción violente puede argüirse como la reacción a otra acción cometida por el bando contrario. Aquí, señores, me niego a emitir juicios. Simplemente, siento lástima por que un país pueda acabar en ese estado de desamparo.

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